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Me cuentan que el pasado jueves, el alcalde de Albacete, en la reunión que mantuvo con vecinos y vecinas de los barrios de Imaginalia, Cañicas y Llanos del Águila, llegó a decir en público que no quería para los demás, lo que no quería para él. Y eso mismo me pasa a mí también, que como no quiero un alcalde que se comporte como él, pues tampoco se lo deseo al resto de la ciudadanía.
No es de recibo que el que hoy es y aspira a ser mañana, alcalde de todos los que aquí vivimos, convoque a los vecinos y vecinas de los barrios mencionados, para desmentir la noticia que había corrido como la pólvora a lo largo de toda la mañana y que curiosamente, había filtrado a la prensa el mismo Equipo de Gobierno del Partido Popular, de que se realojarían familias de otros barrios en las 19 viviendas que el alcalde y sus concejales han decidido comprar en el antiguo edificio del MOPU.
Vaya por delante que me parece una buena decisión que mi Ayuntamiento amplíe su patrimonio con la adquisición de estas viviendas y de tantas otras que se pongan a tiro, porque las necesidades son muchas y los recursos pocos. Pero dicho esto, lo que no me creo bajo ningún concepto es que todo haya sido un error en la confección del expediente, por mucho que el funambulista Serrano nos lo repita una y otra vez. Hay que ver la maña que se da este hombre, para emboscarse tras los demás y poder así tapar sus dislates.
El alcalde sabía perfectamente lo que hacía cuando presidió la Junta de Gobierno que aprobó esa compra para destinar las viviendas a acoger realojos, lo que no sabía es que dicho acuerdo armaría tanto revuelo y que le traería tantos quebraderos de cabeza, porque de haberlo sospechado, te aseguro, querido lector, que no lo hubiera hecho, no porque de rectificar sea de sabios, como afirma ahora, sino porque no se hubiera atrevido a dar el paso, su carácter timorato se lo hubiera impedido. El riesgo que supone tomar decisiones no va con él, a estas alturas de la película, todos sabemos que para bien o para mal, tenemos un alcalde que se mueve mejor en la irrelevancia que en la notoriedad.
Ya advirtió el portavoz socialista que el alcalde popular había confundido realojo con traslado, y no es de extrañar, ya que la política en materia de vivienda del Partido Popular en estos últimos ocho años, se reduce a una sarta de despropósitos tan ineficaces como numerosos.
Y la prueba del nueve de dicha ineficacia ha sido esta última metedura de pata. Una metedura de pata que ha cabreado sobremanera a quienes viven en el supuesto lugar de destino, por la falta de información, y que ha humillado a quienes el alcalde pretendía trasladar, ya que los ha tratado como una mercancía que va de aquí para allá sin el menor miramiento. De hecho, la ausencia del necesario y previo plan de integración social que avale o desaconseje tales realojos, confirma esta afirmación.
Yo no quiero un alcalde que juegue a ser pirómano por la mañana y bombero por la tarde. Yo no quiero un alcalde que con la mano derecha haga una cosa y con la izquierda todo lo contrario y encima, y para colmo, se erija, sin pudor alguno, en el único valedor de los intereses de los vecinos allí concentrados. Yo no quiero un alcalde que vaya repartiendo derechos de admisión a diestro y siniestro. Yo no quiero un alcalde que diga a cada cual lo que quiere escuchar, por la sencilla razón de que no tiene nada que decir ni que ofrecer.
Manuel Serrano, en un ejercicio digno del mejor funambulista, camina tambaleante por el fino alambre que separa el populismo y la demagogia de la acción de gobierno y de la toma de decisiones.
Por mucho que ahora lo niegue, Manuel Serrano y sus concejales y concejalas tenían la decisión tomada de adquirir esas 19 viviendas, entre otras cosas, porque el dinero proviene de Europa y así podrán justificar fácilmente una buena parte de los fondos que reciben, y también, porque como la política social no es su asignatura preferida, se pensaban que podrían hacer de su capa un sayo, y llevar y traer a su antojo a un buen puñado de familias, sin decir ni mu a nadie. Y ya en el colmo del despropósito, se presenta ante el vecindario para asegurar por la tarde que él, y solo él mientras que sea alcalde, puede garantizar que no se hará lo que él mismo había propuesto hacer esa misma mañana. Y es que una mentira no se convierte en verdad por mucho que se repita.
Reconocerás conmigo, querido lector, que tiene guasa eso de atreverse a pedir el voto después de desdecirse de lo que antes había dicho.
Por desgracia, esto es lo que hay en la planta noble del Ayuntamiento de Albacete. Pero como no hay mal que cien años dure, siempre nos quedará Paris, el Alba y las próximas Elecciones Municipales.