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La mala costumbre de etiquetar al personal

La Comisión Ejecutiva Provincial del Partido Socialista en Albacete inició su andadura la pasada semana estableciendo el calendario para la renovación de las ejecutiva municipales, último escalón de la larga escalera de elecciones, que comenzó allá por el mes de mayo del año pasado con las Primarias Federales y que tendrá su  punto y final, previsiblemente, a finales del presente mes de febrero.

Durante todo este tiempo, que a mí personalmente se me ha hecho eterno, hemos podido escuchar de todo y para todos, pero lo que más me ha llamado la atención ha sido la facilidad que tenemos para ponernos a nosotros mismos etiquetas. Etiquetas que no dicen nada, ni aportan nada, ni sirven para nada, salvo para encasillarte en una determinada opción, simplemente por el hecho de preferir a Pepe antes que a Juan. El porqué es lo de menos, ni importa, el caso es etiquetar y encasillar.

Afirmo esto como consecuencia de que me ha resultado curioso escuchar que quienes apoyaban a Pedro Sánchez, invocando para ello una amistad mucho más que fraternal, eran tildados de renovadores una vez que este se alzó con un triunfo incontestable, mientras que aquellos que apoyaron a Susana Díaz por el mismo motivo, amistad fraternal, resultaban etiquetados como viejos dinosaurios pro Partido Popular, simplemente por haber perdido la carrera de Ferraz, como si eso no fuera ya suficiente castigo. Por lo que ha quedado meridianamente claro que si tu opción es la ganadora y tu voto es por amistad resultarás ser un tipo muy guay, pero ¡ay, amigo!, si tu candidata pierde, el etiquetador de turno te colgará el sambenito de carcamal y antigualla a las primeras de cambio, aunque pertenezcas a las Juventudes Socialistas y seas amiga intima de la candidata desde tu más tierna infancia.

También me llama poderosamente la atención que lo que ahora se lleve sea decir que uno es militante de base, aunque se obvie, intencionadamente,  el currículo extenso que se guarda celoso en la mochila y a salvo de miradas ajenas, como si con esa autodefinición, quien así la emplea, se hubiera quitado de un plumazo el pecado original o cualquier otra mácula que le impida considerarse como tal.

A este juego, sin sentido alguno, carente de toda lógica y que no conduce a ningún lado, también se ha apuntado, como no, el aspirante a Rupert Murdoch local, que no duda en llamar socialistas de sillón a unas determinadas personas y socialistas de vocación a otras, sin importarle lo más mínimo, si entre las primeras se encuentran personas que aún están en pañales, políticamente hablando, y entre las segundas figuran algunas con un amplio recorrido completado, plagado de cargos orgánicos e institucionales.

En este tiempo, también me he encontrado con compañeras y compañeros que se empeñan en autodenominarse nuevo PSOE, a pesar de haber formado parte, en un momento determinado de su vida o prácticamente durante toda ella de la Dirección del Partido, desempeñando cargos de responsabilidad orgánica desde que Matusalén era un tierno imberbe, pero que ahora se sienten rejuvenecidos y renovados, como si tras el final del treinta y nueve Congreso hubieran paladeado una buena dosis del elixir de la eterna juventud o degustado un traguito de la pócima mágica de los galos irreductibles, quien sabe.

Este tipo de actuaciones nos conducen a una contradicción evidente, porque resulta que quienes han hecho posible el PSOE que hoy conocemos y que ha contribuido de forma decidida a aupar al conjunto de nuestra sociedad al siglo XXI, desde los gobiernos nacional, regional, provincial y local, si por la causa que fuese se hubieran alineado junto a la figura ganadora, han quedado adscritos, sin más mérito, al movimiento autodenominado nuevo PSOE, mientras que los que hubieran optado por el compañero perdedor, sin comérselo ni bebérselo, han quedado relegados a la parte de la historia que hay que dejar atrás, olvidando que todos y todas venimos del mismo lado, hemos bebido de las mismas fuentes y hemos hecho gran parte del camino antes descrito cogidos de la mano y trabajando codo con codo.

Y todo esto para qué y a santo de qué, pues sinceramente yo no lo sé, habrá que preguntárselo al ‘encasillador’ de turno y a quien se empeña en hablar de nosotros y vosotros, etiquetando a tirios y troyanos, cuando la tendencia mundial, salvo los acérrimos independentistas catalanes, flamencos o de las islas Feroe, aboga por la eliminación de cualquier tipo de frontera.

Perogrulladas aparte, quienes militamos voluntariamente en el PSOE seguiremos trabajando con denuedo por la igualdad, por la solidaridad y por la justicia social, hayamos votado a quien hayamos votado. Me niego a pensar que existen nuevos y viejos socialistas,  buenos y malos socialistas. Me gusta pensar que tengo compañeros y compañeros que se alternan en las tareas de gobierno orgánico, porque así lo quiere la mayoría. Lo demás son ganas de enredar y de no entender que las minorías quieren convertirse en mayorías a toda cosa y estas no quieren dejar de serlo de ningún modo, así de sencillo y de fácil.

Porque, ¿acaso es más y mejor socialista quien ahora forma parte de la Ejecutiva Federal que cuando ejercía de ministra con Zapatero o con Felipe González?, ¿alguien cree que quien ha sido alcalde, senador y diputado es ahora más y mejor socialista solo por el hecho de estar sentado junto a Pedro Sánchez, que cuando lo estaba con Zapatero, Rubalcaba, Almunia o Felipe González? Sinceramente, yo creo que no, y tú ¿qué opinas?

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