“La verdad es una y el error, múltiple” (Simona de Beauvoir)
Nunca tendrá la soltura de la vicevogue, pero antes de que Vinicius Junior haya salido de la madeja de la Segunda B, la ministra Delgado habrá dejado su cargo en el regazo de Sánchez.
Así será, no sin antes haber asaltado el cielo mediático, el mismo que no pudiera conquistar el tristemente desaparecido Máxim Huerta -el breve- y digo tristemente no porque su incómoda condición de defraudador fiscal no lo mereciera, sino porque estaba llamado a darnos grandes tardes de gloria, muy por encima del astronauta Duque (qué hace un tipo como tú, en un sitio como éste), o de Grande-Marlaska que ya ha empezado a repartir zascas entre los subsaharianos fronterizos, eso sí, con un talante que paqué. De hecho, el bandazo migratorio de España ya es modelo para la ultraderecha alemana, qué tiaco.
Pero, claro, la jauría -que diría el que fuera ministro de Cultura y Deportes por unos días- nos dejó huérfanos de ese toque naíf que necesita el Ejecutivo en cónclaves tan pedestres como el de Quintos de Mora, si bien el verano nos ha regalado un diamante en bruto, que promete. Y es que la ministra de Justicia de España posee un solidario instinto separatista, por el que no le duelen prendas en echar a la jaula de los leones amarillos al juez español que instruye el procés.
Un magistrado del Tribunal Supremo, zarandeado por los del tres per cent en el corazón de la vieja Europa (de dónde sacan para tanto como destacan), y la señora Delgado, del Gobierno de España, con esa mirada propia de cuando la vaca que ve pasar el tren. Es o no es, un regalo para los belgas y las aspiraciones rufianescas, esta ministra que nos ha confiado la Justicia Universal, acaso también la Justicia Divina.
¿Se puede poner en jaque el sistema jurisdiccional español por un Gobierno, y además repartir carnés de demócratas por Sudamérica? Sánchez lo hace, como fino estadista que quisiera ser (el día que gane…), y todavía nos queda por analizar lo que dijo o dejó de decir el juez Llarena, que tanto en el ámbito de lo privado como de lo público, es lo mismo, no se puede ser más sensato, por cierto, a ojos de cualquier constitucionalista español.
Que en España no hay presos políticos, y si se investiga una causa es porque alguien pudiera haber cometido un delito, no creo que sean manifestaciones que merezcan un gabinete de crisis como el que propició el Ejecutivo de Sánchez en la finca toledana; sí lo merece para corregir, reprobar y acercar a la dimisión a la señora Delgado y a la propia vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, que tuvieron una magnífica ocasión para apostar por la unidad de España y la inmunidad e integridad de todos los miembros de la Judicatura española. Pero no, entre lo de Franco, los viajes, y las deportaciones, se les fue el hilo.
Al final, estos corazones con freno y marcha atrás en que se ha convertido el Ejecutivo de Sánchez es lo propio de una tragicomedia clásica que evidencia la falta de soluciones al boquete abierto en el caladero de votos que supone el secesionismo catalán al que, sin embargo, qué paradoja, les deben el elixir de la eterna juventud de algunos ministros ya con canas en otros gobiernos socialistas anteriores, y la séptima vida del aventurero inquilino de Moncloa.
A Sánchez y a su ministra de Justicia del Gobierno de España no sólo les sobra el Senado, sino que también les va haciendo perla el Tribunal Supremo. En breve, nos ofrecerán pequeños lingotes de oro para incentivar el ahorro, previo paso de un corralito. Nos vemos en el cash-converter, aló.