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No sé si será por el clima mediterráneo que disfrutamos, por la alimentación, por la genética o porque les da la gana, el caso es que existe un nutrido grupo de ciudadanos y ciudadanas a los que les gusta caminar sobre el alambre como buenos funambulistas, necesitando de todo tipo de ejercicios de equilibrio para no precipitare al vacío, porque para más inri, también son de los que les gusta ir por ahí sin red, ¿para qué?, presumen.
No hace tanto tiempo, muchos de ellos y ellas, se mostraban entusiasmados con la idea de que había que tomar los cielos por asalto y no por consenso, y ya se veían, ariete en mano, golpeando sin descanso y haciendo añicos las puertas y murallas de ese cielo imaginario, enviando a la cola del INEM al máximo representante de la casta, a saber, San Pedro y sus llaves, sustituyéndolo por una cooperativa de serenos laicos encargados de vigilar la entrada, o la salida, que eso nunca se ha terminado de aclarar.
Con el paso de los meses, de las elecciones y de los congresos, ahora parece que nos encontramos en el otro lado del péndulo, y hasta allí se ha trasladado otro buen puñado de equilibristas, a los que se les hacen los ojos de chiribitas solo con escuchar que no hay nada más importante que hacer en este nuestro querido país, que proteger a toda costa nuestras tradiciones más arraigadas, como son, según ellos, la caza y los toros. De la pesca, por el momento, parece que nos olvidamos, y todo ello amenizado, como Dios manda, oiga usted, con la sintonía del “Y viva España”, de Manolo Escobar.
Para los malpensados, que como las meigas, haberlos haylos, quiero dejar bien claro, que lo único que tienen en común las dos vertientes del péndulo, es que el aldabonazo de salida lo dieron en la madrileña plaza de Vistalegre, todo lo demás es solo ciencia ficción.
El movimiento del 15M, que comenzó en 2011 zarandeando las anquilosadas estructuras de nuestra sociedad, despertando la conciencia social colectiva del estado de hibernación por el que transitaba y movilizando con su discurso asambleario a la población descontenta por los primeros años y más duros de la crisis económica, que, además, había perdido el feeling, no se sentía representada por los tradicionales partidos políticos y anhelaba un cambio profundo tanto en las formas, como en el fondo, se hizo mayor y logró, en un hito sin precedentes, que solo tres años después, su voz pasara de la calle a la instituciones, plegando la pancarta y abandonando la cabecera de las manifestaciones, para pasar a ocupar escaños en el Congreso de los Diputados, en el Senado, en el Parlamento Europeo, en los autonómicos y en muchos ayuntamientos, donde se toparon con la cruel realidad, de que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, sobre todo si tienes el bastón de mando en tu mano, muchas bocas que alimentar y poco trigo en la despensa.
Ahora, cuando en aquel extremo del péndulo pintan bastos y los claveles se han mudado en guadañas, en el otro, la extrema derecha que encarna VOX, con la pátina de legitimidad que les da pasear por los pasillos del Palacio de San Telmo cogidos del brazo del Partido Popular y de los Ciudadanos de Rivera, por mucho que este diga que con él no va la cosa, con el paraguas de los fondos que dicen que les aporta el exilio iraní, nos están bombardeando con el espantajo de ETA, con el temor al inmigrante, y con lo más rancio y casposo de nuestro acervo patrio, buscando remover el espíritu nacional de aquellos y aquellas que creen a pies juntillas que la uniformada España en blanco y negro y brazo en alto de antes, es preferible a la multicolor y multicultural de ahora, y que todo lo que sea distinto a lo que yo soy, pienso y creo, está de más y hay que erradicarlo cuanto antes mejor, no sea que algo se me pegue.
Esta atomización del espectro político español, aparte de hacer trizas las previsiones y pronósticos del CIS, origina que la gobernabilidad de cualquier estamento sea harto complicada, y provoque de rebote, que personajes de sainete como el pequeño Nicolás diga ahora que está barajando la posibilidad de presentarse a las elecciones europeas del próximo mes de mayo. Total, ya metidos en faena…
Pero lo verdaderamente preocupante de esta situación, al menos a mi juicio, no es que en los últimos años hayan proliferado como las setas tras las lluvias nuevos partidos políticos, coaliciones electorales, agrupaciones de electores y algún que otro francotirador de dudosa procedencia y espurios intereses, sino la ausencia total de ideología que se esconde tras esos bandazos electorales y que provoca cambios de gobierno tan inesperados como desconcertantes y, porque no decirlo, tan descorazonadores para los que estamos convencidos de que no es lo mismo que gobierne la izquierda que la derecha, o que siempre es mucho mejor dialogar y acordar con los que llaman populistas, aunque a mí me gusta más llamarlos utópicos, que están convencidos que pueden ser los redentores de los humildes, que con aquellos que se perfuman a diario con naftalina, para disimular el olor a rancio, vetusto y antediluviano que ofrecen sus propuestas.
Entiendo que, cuando la ciudadanía no encuentra respuesta a sus problemas en las recetas tradicionales, eche el anzuelo en otros caladeros buscando el mejor remedio para sus males y se deje atraer por los cantos de sirena de aquellos que dicen no llevar mochila alguna, que le impida cumplir con sus promesas electorales. Así, de esta forma, creció Ciudadanos, arañando los votos más moderados del Partido Popular y del PSOE, eso sí, después de haberse merendado al partido de Rosa Diez. Y también, en medio de todo ese descontento nació y creció Podemos, engullendo a Izquierda Unida, dándole un buen bocado por la izquierda al PSOE y consiguiendo ganar para su causa, a muchos de los abstencionistas vocacionales, que entendían que eso de ir a votar un domingo cualquiera no iba con ellos.
Lo que me cuesta mucho trabajo entender y comprender es que de repente, en Andalucía, hayan salido de debajo de las piedras 395.978 personas que no hayan dudado lo más mínimo en echarse en brazos de la extrema derecha, cuando hace cuatro años solo lo hicieron 18.017. No me negarás, querido lector, que el bandazo no ha sido de aúpa. En cuatro años, hemos pasado de querer asaltar los cielos y proponer una renta básica universal para toda la ciudadanía por el mero hecho de serlo, a llamar feminazi a quien lucha por tener los mismos derechos, obligaciones y oportunidades, que aquellos que niegan y reniegan de esa igualdad y a confundir la identidad nacional con montar a caballo, dar pases de pecho, dispararle a las perdices, asistir a las procesiones o formular inverosímiles teorías conspirativas, que parece que es lo que viene a representar el primer senador por VOX nombrado por el parlamento andaluz, Francisco José Alcaraz, ese antiguo peluquero que radicalizó hasta decir basta la AVT y uno de los padres de la teoría de la conspiración del 11M.
Pero como no hay mal que cien años dure, siempre nos quedará París, el Alba y una pizca de sensatez cuando tengamos la siguiente cita con las urnas, porque al igual que nos vendieron en su día que la única forma de tomar los cielos era por asalto, y no era cierto, tampoco es verdad que la única forma de solventar los actuales problemas patrios sea tirando por la borda años de conquistas de derechos colectivos o individuales y señalando con el dedo acusador a quien desea vivir de otra forma, al distinto, mientras se afirma ser un demócrata de toda la vida, con la misma rotundidad que a la vez se encienden velas en el altar del antiguo dictador.
ANTONIO MARTÍNEZ