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Albert, el que quiera peces que se moje el culo

Albert Rivera y por extensión Ciudadanos, tiene ante sí la posibilidad de demostrar a la sufrida ciudadanía que han crecido, que ya son mayorcitos y que son capaces de pensar en el bien común y no solo en su propio interés, digan lo que digan sus estrategas de cabecera. Por desgracia, estamos atravesando un momento político tan complicado, delicado y de tan difícil solución, que no queda más remedio que remangarse, esconder las calculadoras electorales en el primer cajón que se tenga a mano, no sea que de la tentación, y sentarse a dialogar, sin apriorismos, con tirios y troyanos, con tal de que el Partido Popular abandone el gobierno de España, aunque no te hables con los tirios y odies a los troyanos.

La sempiterna pasividad de Mariano Rajoy le ha llevado a esconder la cabeza debajo del ala durante tanto tiempo, que ya no es capaz de ver más allá de la punta de su barba, y está incapacitado para otear el horizonte que se abre tras las verjas que rodean La Moncloa. Si pudiese salir de esa limitada zona de confort, quizás hasta se daría cuenta de que el Partido que preside está hasta los ojos, de tanto revolcarse en el lodazal de la corrupción, y que ya no hay forma de enmascarar el tufo a podredumbre que desprende.

Él, experto como nadie en el arte del Don Tancredismo, ha sido desenmascarado por jueces, fiscales y magistrados, que a pesar de las trabas que le han puesto, una y otra vez, desde las filas populares con todo el descaro del mundo, no han dudado en afirmar, sentenciar y fallar que está fuera de toda duda que el Partido que sostiene al Gobierno se ha financiado de forma irregular, y que durante años mantuvo activa una caja “b”, que acogía en su regazo con los brazos abiertos todo el dinero negro que caía a espuertas por la chimenea de Génova 13, y que salía, bien lavadito y blanqueado, por la puerta giratoria de la entrada, tal y como lo haría cualquier familia mafiosa de cierto postín.

Pero con ser esto grave, que lo es y mucho, todavía lo es más que en la mencionada sentencia se pueda leer, no sin cierto rubor, que se cuestiona la credibilidad del presidente del Gobierno, ya que se considera que su testimonio no parece suficientemente verosímil, como para rebatir la contundente prueba existente sobre la famosa caja “B”. Vamos, que mintió como un bellaco, dicho en román paladino.

La situación personal de Rajoy y la del Partido Popular en su conjunto,es tan insostenible, que al PSOE y a Pedro Sánchez no le ha quedado otra salida que plantear una moción de censura, para intentar abrir la puerta a un gobierno decente, aupado por todos los partidos del arco parlamentario que se quieran sumar a la misma, porque estén hartos de tanta tomadura de pelo y que no tengan entre sus dirigentes, investigados, condenados o encausados por apropiarse para sí, lo que es de todos, para después, dar la voz a la ciudadanía en una nueva convocatoria electoral.

Esto, que parece sencillo, si lo que se quiere es abandonar de una vez ésta página de nuestra reciente historia, que ha estado escrita en tinta tan negra como el dinero que manejó el PP durante años, ha puesto de los nervios a la caverna mediática, ha sacado de su pasotismo a Rajoy, aunque lamentablemente haya sido solo para enrocarse sobre sí mismo y para perderse la final de la Champions en directo, que ya es tener mala suerte, y ha lanzado a la calle como hordas a los dirigentes populares, para clamar a los cuatro vientos, que el paso dado por el PSOE debilita a nuestra querida nación, la pone al borde de la ruptura y que lo mejor es que toda siga como hasta ahora, con Rajoy fumándose un puro en La Moncloa y leyendo el Marca otro par de añitos, que no veas lo que relaja. Como si a estas alturas de la película lo que digan Cospedal, Maillo y los de los másteres tuviese la más mínima credibilidad y le importase un pimiento a alguien, y es que como escribió el poeta inglés Alexander Pope: “El que dice una mentira no sabe la tarea que ha asumido, porque estará obligado a inventar otras veinte más, para sostener la certeza de la primera”. Debe ser que los cadáveres políticos no leen mucha poesía.

En mi opinión, Pablo Iglesias, por una vez y sin que sirva de precedente, ha actuado como se espera de él y de su partido, poniéndose a disposición del PSOE y de Pedro Sánchez, sin condiciones. El fin justifica los medios, han debido pensar y con el “Caso Plon”, a la vuelta de la esquina, lo mejor es pasar palabra y que el marrón se lo coma otro. Ya escampará.

La última incógnita que queda por despejar en esta ecuación es conocer lo que opina aquel, que quizás sea el que mayor rédito electoral obtenga de la sentencia del caso Gürtel. Al pimpollo Rivera, al decir de José María Izquierdo, le ha llegado la hora de mojarse, aunque le joda y no le guste, que eso de tomar decisiones no es lo suyo. En sus escaños radica la esperanza de que la mentira, la corrupción, la soberbia y la ignominia abandonen el banco azul del Congreso y dejen de presidir el Consejo de Ministros.

Querido Albert, abandona esa pose de empollón de clase que solo se junta para comerse el bocadillo en el recreo con quien ha superado el casting, deja de pelotear al claustro de profesores con actitudes prefabricadas y frases hechas, deja de poner esa cara de no haber roto un plato en tu vida y no pretendas llevar razón siempre, para poder comerte una buena tortilla, primero tienes que romper los huevos.

Hasta ahora, Rivera ha utilizado la ambigüedad política como su principal baza electoral. Emulando a los girasoles, ha ido girando sus posicionamientos políticos hacia donde el sol más calienta y, en consecuencia, hacia donde más votos pudiera echarse al zurrón, y si había que desdecirse pues nada, se desdice uno y no pasa nada, que para eso está inmaculado. Le guste o no le guste, en su mano tiene la posibilidad de ayudar a regenerar la política española, que para eso dijo que venía, o de seguir dándole vidilla al partido de la corrupción. ¿Qué es más importante? ¿Ayudar a perder vista a quienes han saqueado las instituciones y esquilmado a la ciudadanía con sus prácticas mafiosas, o sentarse a dialogar con quienes persiguen ese mismo fin, aunque no los tragues, te caigan como el culo y pinten de amarillo las persianas del comercio de tus padres?

Pedro Sánchez lo ha tenido claro y seguro que hará de tripas corazón, y tú, Albert, ¿Estás dispuesto a bajar a la arena y mancharte los zapatos de barro?, o seguirás viendo los toros desde la barrera. ¿A qué has venido?

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