“En política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno” (K. Adenauer)
Dando por bueno que populismo es ofrecer respuestas pueriles a problemas complejos, o mejor aún, decir en cada sitio aquello que el auditorio quiere escuchar, cabría preguntarse si el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, era el más indicado para alertar sobre los nuevos usos y costumbres del electorado español y europeo en el escaparate internacional de Davos , donde el sermón de la montaña no dejó sino una serie de frases hechas que hubiera podido fabricar cualquier colegial de Educación para la Ciudadanía, si bien, contradicen todo lo que viene haciendo el Gobierno de España de motu propio.
Resulta evangélico escuchar en el foro de los tres mil líderes ese discurso por el `gran pacto social’ cuando, en realidad, nos sacude el presidente del Ejecutivo español con unos Presupuestos Generales del Estado para 2019 que son un zasca en toda la toga a la labor del Tribunal Supremo -y por extensión a todo el régimen del 78-, en su labor de embridar el procès ilegal que hizo tambalear la unidad de España y al propio Gobierno de Rajoy, y por ende, la Carta Magna de la que los del lazo amarillo no quieren ni oír hablar. Esa velada amenaza presidencial del ‘yo o el caos ’, es decir, PGE o elecciones generales, viene a decirnos que a estas alturas de la legislatura, ya no se sabe quien necesita más a quién, si Pedro Sánchez a los políticos presos, o viceversa. Y, sobre todo, quién teme como a un nublado una nueva cita con las urnas.
Es probable que todos ellos hagan de la necesidad virtud, pues surgió el amor en la moción de censura y todavía no ha dado tiempo a romperlo, de tanto usarlo; y que finalmente aprueben unas cuentas que no van encaminadas precisamente a converger ni con Europa, ni siquiera entre las Comunidades Autónomas españolas, a las que ya les empieza a sonar a chino eso el fondo de compensación territorial; es más, la fractura social de estos Presupuestos Generales del Estado es directamente proporcional a la crecida del Ebro, pero la patata caliente la tienen ahora los Torra y compañía: infraestructuras y dinero a espuertas, a cambio de mirar hacia otro lado. Nada es seguro, pero para cuando la pelota volviera al tejado de Sánchez, en forma de impunidad judicial e indultos para condenados y fugados, ya estaríamos en la convocatoria de nuevas elecciones, vaya usted a saber.
Pero el partido se está jugando, y mientras se juega, es posible que el populismo de uno y otro bando siga haciendo su particular acopio de nuevos votantes, a cuenta de un presidente por accidente que apremia a sus socios separatistas a dar el sí quiero mientras saca a paseo el espantajo de la nueva derecha, hecha carne en la caída del califato andaluz y su despechada reina de Taifa llamando al escrache parlamentario. Y mientras Sánchez se juega su propia supervivencia, lo cierto es que al crecimiento económico y al empleo, al menos en la forma que los hemos conocido en los últimos tres años con Rajoy, ni están, ni se les espera. El borrador de los PGE no gustan, ni a las instituciones europeas que han alertado sobre la temeraria hoja de ruta del Gobierno socialista; ni a las españolas, al Banco de España, ni a la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) que han desnudado sin tapujos la insolvencia económica del Rey Sánchez. Como en el famoso cuento de Andersen, Pedro Sánchez está desnudo, y sólo sus pícaros aduladores de Galapagar le ven con ropaje de fino estadista.
Estamos, otra vez, en “el que venga detrás, que recorte”, y a ello están contribuyendo todos los que piden el apoyo para unas cuentas vapuleadas por los organismos que las han fiscalizado; da igual la procedencia, todos se suman a la ceremonia de la confusión, incluidos los sensibilizados socialistas locales que, de reivindicar la A 32 entre Albacete y Linares en manifestaciones callejeras, callan estos días como puertas, y defienden desde la moqueta ese proyecto de ley presupuestario con un entusiasmo fácilmente descriptible, todo hay que decirlo.
Estamos, pues, antes unos Presupuestos pancatalanistas y xenófobos, que apuntan al decrecimiento económico de la clase media, y que abonan las tesis separatistas del cuanto peor, mejor. No son unos Presupuestos para presumir en Davos, ni de europeísmo, ni de feminismo, ni de ecologismo, ni de algún ismo más del que hizo gala el rey desnudo en el sermón de la montaña mágica. Bueno, sí, puede que estos PGE, mas el aval de Sánchez a los regates fiscales de sus candidatos y ministros, pueda seguir jugando a favor de uno que ha llegado para quedarse: El populismo.
ADOLFO JMF