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Los PGE y el canto del cisne

“No hay más alianzas que las que trazan los intereses, ni las habrá jamás” (Cánovas del Castillo)

Hay algo que acompaña siempre a lo que podríamos denominar ciclogénesis explosivas de los gobiernos socialistas en vísperas de la elaboración de unos Presupuestos Generales del Estado, más allá de las turbulencias políticas y económicas que contextualizan cada momento histórico y que, por definición, nunca son fáciles en España; mucho menos, tras el órdago secesionista catalán y su procès ilegal, que ha tomado por las bravas el relevo de aquel Plan Ibarretxe de principios de Siglo y que ya plasmaba, negro sobre blanco, la voluntad de romper la unidad de España tal y como la conocemos hoy, aunque, eso sí, hay que reconocerle al Partido Nacionalista Vasco cierta voluntad de replegar velas en aras del pragmatismo y las infraestructuras que han hecho de aquella región una de las más avanzadas, ricas y modernas de Europa.

Digo, que hay que algo que acompaña siempre al PSOE en sus ciclos de gobierno, en víspera de la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado, ya es mala suerte: la rebaja en la previsión de crecimiento económico; la ralentización en la creación de empleo; el temblor en el sistema público de pensiones -en aquel tiempo, Solbes dijo a sus discípulos…- y la subida de la prima de riesgo, es decir, de los intereses de la deuda con la que el Estado, las empresas y las familias españolas se financian. Dicho de otro modo: recesión y empobrecimiento de las clases medias, a las que no alcanza el real decreto del Salario Mínimo Interprofesional, pero sí el redoble de tambores de la carga fiscal, con más impuestos para los hogares modestos que cargan el gasóleo de calefacción.

Ya podrán venir a contar las bondades de unas cuentas públicas, que intentarán levantar el veto de los independentistas y revalorizar el caserío rústico de la izquierda rumbosa, mi casa es la vuestra, que va a ser que no; por cierto, con qué autoridad puede criticar Pedro Sánchez la alianza de las derechas en Andalucía, cuando el espíritu de la moción de censura se sostiene precisamente gracias a los grupos más radicales y populistas que ha conocido la historia reciente de nuestra democracia. Qué doble moral es esa que permite, a quien pacta con lo más florido de aló presidente -democracia en estado puro, que diría el alcalde de El Bonillo-, poner en solfa los pactos que puedan hacer otros. ¿Acaso hay extremismos de primera y de segunda? ¿Quién reparte el carné de populismo bueno y populismo malo? ¿Quién respeta más a la Constitución y a las instituciones del Estado, empezando por el Rey?

Ya podrán venirnos a contar las bondades de estas cuentas, que no pasarán el filtro de un descenso del ritmo de creación de puestos de trabajo, del incremento del déficit púbico, y la viabilidad del sistema de protección social que -con los obligados ajustes- ha procurado el Gobierno del Partido Popular hasta el mes de junio pasado, en el que la fatídica moción de censura puso a bordo a este remedo de JFK, incapaz de mantener su palabra en Albacete y Murcia con una diferencia de horas cuarenta y ocho.

Tengo para mí que los Presupuestos Generales del Estado de Pedro Sánchez tienen el mismo aroma que el discurso navideño de Susana Díaz, sabiéndose despojada del califato andaluz. Si ya resulta chirriante el serial de mensajes televisados de 17 presidentes autonómicos con ínfulas de jefes de Estado, todavía lo resulta mucho más de alguien que protagoniza el ‘canto del cisne’, sin terminar de asumir los resultados electorales que son lo que son, por más vueltas que  el aquelarre feminista  de Irene Montero le dé a la cosa, y que son los que la gente – sí, la gente que tanto defiende Podemos-, ha querido que sean; y sin terminar de señalar en su alocución de fin de año a quien considera el epicentro de todos sus males: Pedro Sánchez y sus extraños compañeros de cama, que los andaluces no han terminado de digerir.

Queda, pues, para la historia, un cambio de rumbo en la Comunidad Autónoma de Andalucía que debe marcar la vuelta en toda España al saneamiento económico, al empleo y a la sostenibilidad de lo que hemos dado en llamar el estado del Bienestar. Como el discurso de la sultana, los PGE de Sánchez quedarán en una mera declaración de intenciones, justo antes de bajar la persiana, allá por el mes de mayo. Otra nueva versión socialista del ‘canto del cisne’, esa antigua leyenda de la mitología griega que sostiene que, justo antes de morir, este animal emite un canto llamativamente melodioso como premonición de su fatídico final.

ADOLFO JMF

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