Con el subidón de verte en la Moncloa cuando hace apenas un par de semanas no eras ni diputado, reconozco que yo también hubiera hecho lo mismo con el barco propiedad de una ONG francesa, el Acquiarius, con más de 600 inmigrantes a bordo y todas las televisiones habidas y por haber retransmitiendo minuto y resultado de la vida de estas sufrientes personas.
Además, donde cabe un consejo de Ministras y Ministros con un aumento de un 30% del número de altos cargos con respecto al espartano Rajoy, caben 600 pobres a la mesa del primer mundo. Incluso el PNV se ha ofrecido a acoger un diez por ciento de los mismos, demostrando así un Rh generoso, que nada tendrá que ver con el zarpazo dado a los Presupuestos Generales del Estado.
Dicho lo cual, y reconociendo que yo hubiera hecho lo mismo que el presidente del Gobierno, y que el alcalde de Albacete ofreciendo su versión más humana de acogimiento a unas personas que huyen de la miseria, la pregunta que hay que hacerse es la siguiente: ¿Y la solución al insostenible problema de la presión migratoria africana, p’cuando?
Italia ha puesto pie en pared a una situación que no podrá resolverse a golpe de telediarios en alta Mar. El traslado masivo de inmigrantes irregulares por parte de las ONGs, no tiene por qué ser preferente sobre el de los que vienen en pateras, sin cobertura mediática alguna. Muchos de ellos, ni siquiera llegan, porque son engullidos por los peces del Mediterráneo, desasistidos por las televisiones y en el más absoluto de los secretos.
Europa debe resolver la viabilidad presente y futura del Estado del Bienestar, el incremento de las pensiones, las mejores coberturas en Sanidad y Educación o Dependencia, las prestaciones por desempleo, todo ello reclamado con justa fiereza por las manifestaciones de batas blancas, verdes, amarillas, pensionistas, sindicalistas… (al menos hasta hace un par de semanas); y combinarla con una política de puertas abiertas a las migraciones intercontinentales. Claro, ahí está la piedra angular.
El problema humanitario que se plantea con la salida ingente de personas huyendo de la pobreza en las costas libias es de órdago a la grande. Italia ha dado el primer gran toque de atención a la vieja Europa. Exige un remedio global cuanto antes, porque estos inmigrantes, ahora ya con carta de refugiados en España, son personas que se abren hueco entre las reivindicativas batas blancas, verdes, amarillas, pensionistas y sindicalistas del primer mundo, tan exigentes siempre por la mejor calidad pública asistencial y salarial.
Entre tanto, otro barco propiedad de una ONG alemana, con 800 emigrantes a bordo, está pendiente de destino.