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La doble ‘R’, el PNV y Los Presupuestos

Finalizó la Semana Santa, las imágenes de los pasos procesionales han abandonado sus tronos y reposan sobre las peanas en sus iglesias. Hábitos, túnicas, capuces y capirotes descansan plegados en los cajones, la Junta de Cofradías está haciendo su balance, las banderas han vuelto a ondear en la cúspide de las astas, los hosteleros echan sus cuentas y los pobres mortales volvemos a nuestros quehaceres diarios, tras unos días en los que no hemos escuchado ni al pimpollo Rivera, al decir de José María Izquierdo, ni a don Mariano presumir de las bondades de unos Presupuestos a los que aún le faltan el puñado de votos vascos para ver la luz verde.

Sin saber aún si Cristina Cifuentes aprobó por las buenas o por las malas las dichosas asignaturas del Máster en Derecho Público, la doble “R” que casi nos gobierna, parece que ha alcanzado un acuerdo que permitirá, si el PNV así lo quiere, disponer este año de Presupuestos Generales del Estado.

Los tres actores de este sainete desempeñan papeles muy diferentes en el mismo, aunque los tres se autocalifiquen como actores principales, y todos llevan razón, la verdad, aunque no todos se juegan lo mismo en esta partida.

El PNV porque sabe de la importancia de sus cinco votos, ya que son imprescindibles para sacar adelante las cuentas que ha presentado Montoro, antes de retirarse a meditar en la Semana Santa, puso como condición la derogación del manido artículo 155, del que hasta ahora solo conocíamos las virtudes de su aplicación, pero que al parecer también las tiene, como el Cid, en su defunción.

Y aquí es donde la cosa se empieza a poner complicada, porque no está nada claro que, durante la tramitación parlamentaria de estos Presupuestos, el suflé catalán baje de tal forma que se pueda elegir a un molt honorable senyor president que sea del agrado del artículo de marras y que no figure entre los documentos que maneja el Juez Pablo Llarena. El papel del PNV quizás pueda resultar un tanto incómodo, ya que a buen seguro será acusado por la caverna mediática de torpedear los presupuestos estatales. Hazaña que igual sirve para regocijo de algún extremista radical que no ve más allá de sus narices, que en todos los sitios cuecen habas.

Rivera es el que menos se juega en este envite. Siempre podrá presumir que él y los de Ciudadanos no ponen palos en la rueda de la Instituciones españolas, aun sabiendo que la suma de los votos naranjas y los azules no dan para enviar al BOE los Presupuestos. Si la luz sigue roja, la culpa será del PP que no sabe negociar y de los nacionalistas vascos que no quieren que España avance como dios manda. Y si sale cara, pues podrá presumir de haber incluido en las cuentas del Estado ocho mil millones de euros repartidos entre rebajas fiscales, ayudas para la educación de a 0 a 3 años, para jóvenes menores de treinta años que trabajen y otras cuantas cosas más, y pasará la pelota al PP, al

que eso de cumplir con los compromisos adquiridos con otros partidos le cuesta más que a Benzema meter un gol en una portería con el doble de ancho.

Es lo que tiene estar en la oposición cuando conviene y apoyar al Gobierno cuando viene bien. Y en esto Rivera es un auténtico maestro del transformismo, calculadora electoral en mano. Solo así se entiende que sin hacer ni decir absolutamente nada novedoso en todo este tiempo, más allá de alguna perogrullada, haya ido escalando posiciones en el ranking electoral envuelto en un halo de españolidad, que para sí lo quisiera la mismísima Cospedal, decreto de banderas a media asta, incluido. Y poco más.

Rivera, como los malos delanteros, juega al fallo de los demás, pero sabe aprovechar como nadie los patinazos ajenos hasta convertirlos en éxitos propios, y cuando se equivoca, como hizo con la huelga feminista del 8 de marzo, unos cuantos días después, hace como si obligara al PP a aceptar sus condiciones para dar otro “si quiero” a Rajoy y volver a estar de nuevo en el ‘candelabro’ que dijo aquella, que tiempo tendrá para decir que está enfadado con los populares porque incumplen lo que firman, como si fuera la primera vez, o mostrarse mosqueado porque han aprobado cuestiones más allá de lo pactado, que es precisamente la última colleja que ha recibido de aquellos a los que apoya, y es que Montoro le ha sobrepasado por la izquierda, en esta loca carrera que han emprendido para demostrar a la sufrida ciudadanía quien es más “social” de los dos.

Ahora bien, malabarismos aparte, el que más se juega en este envite es Don Mariano, por mucho que su fiel escudero Montoro se ponga la venda antes de tiempo y repita, hasta la saciedad, que no hay ninguna ley que prohíba prorrogar los Presupuestos dos ejercicios consecutivos, sabiendo, además, que puede reformar las cuentas del año pasado cuantas veces quiera vía Decreto, y es que Montoro, como buen tahúr, juega con las cartas marcadas

Nunca hasta ahora se había escuchado con tanta nitidez ruido de sables en la calle Génova. Hablar de renovación de cartel electoral era más tabú que nombrar a Bárcenas y hoy, hay quien no se esconde para agradecer a Don Mariano los servicios prestados, por eso se ha jugado el comodín de la llamada (al Ciudadano number one) para sacar adelante unas cuentas llenas de guiños a todo quisque, que para eso se acercan las Elecciones y hay que ir poniendo ya buena cara, que luego, una vez renovado el contrato de inquilino de la Moncloa, ya veremos lo que hacemos, que tampoco sería la primera vez, o es que ya no nos acordamos de las famosas líneas rojas que nunca se saltarían y le faltó tiempo para hacer el salto de la rana, una vez se vio sentado en la primera fila del banco azul.

 

PD. No quiero cerrar este escrito, sin desear toda la suerte del mundo a Pelayo Novo. A fin de cuentas, la vida es lo único importante.

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