En Málaga, nuestro queridísimo presidente del Gobierno se vino arriba entre los suyos, y así, como el que no quiere la cosa, afirmó sin pestañear siquiera que “el sistema de pensiones se va a mantener seguro, y que las pensiones subirán”, aunque inmediatamente tuvo que rebajar la euforia que provocaron estas palabras entre sus fieles adeptos, matizando que “haremos lo que podamos”, para a continuación ponerle la guinda al pastel literario con uno de esos juegos de palabras que lo han encumbrado hasta lo más alto del Parnaso de las frases lapidarias de nuestros gobernantes populares, al decir que “se hará un gran esfuerzo, pero no pueden subir lo que no podamos”.
Ante la profundidad y rotundidad de tal anuncio, un par de ‘jubiletas yayoflautas’ que venían, banderas a cuestas, de una manifestación en favor del sistema público de pensiones en el Rincón de la Victoria, comentaron entre sí frente a un par de jugosos espetos de sardinas que la pensión no da para doradas y que lo que realmente Rajoy había querido decir es que a pesar de los esfuerzos del Partido Popular, el sistema público de pensiones se va a mantener y que no se preocupe nadie que las pensiones van a seguir subiendo, ¿Cuánto?, quiso saber uno de ellos abriendo los ojos como platos, a lo que el otro le respondió encogiéndose de hombros y tirando de estereotipo, vete tú a saber, como el presi es gallego no se sabe si sube o si baja, pero ha dicho que lo que se pueda, a lo que su interlocutor respondió, aún sin cerrar los ojos y con la sardina a medio camino entre el plato y la boca, ¿Y eso cuanto podrá ser?, es por ir echando cuentas, justo hasta que no pueda ser más, fue la respuesta que obtuvo, dejando boquiabierto a su amigo, que solo atinó a decir, joder, desde que has ido de visita al Congreso, cada vez hablas más raro.
Pero como Rajoy no tiene hartura y cuando se crece no hay quien lo pare, se permitió el lujo de asegurar que solo las políticas económicas del PP garantizan un sistema de pensiones digno y que no conviene volver a las andadas de años anteriores. Y en eso lleva razón el presidente, las cosas como son, la ministra del Paro no puede volver a las andadas, sencillamente porque ya no puede seguir esquilmando la hucha de las pensiones, y es que gracias a su “magnífica” gestión, la famosa hucha tiene más telarañas que el frigorífico de Carpanta, lo que le impide hacer previsiones acerca de la incidencia del factor de sostenibilidad que entra en vigor el año próximo, sin antes conocer el número de defunciones, y no vale reírse, que desgraciadamente ese es el nivel de esta ministra.
Desde que Rajoy firmó el contrato de inquilinato de la Moncloa, ha podido ir cuadrando las cuentas de la Seguridad Social tirando de los ingentes recursos que le dejó en herencia Zapatero, que aunque entre las filas populares no se hable de ello, también formó parte de la herencia recibida, hasta que no ha quedado prácticamente ni el recuerdo de lo que un día fue un sistema saneado, y aun así se permite el lujo de presumir de políticas económicas. Unas políticas que lo que han provocado es una mayor distancia entre los ingresos y los gastos por la precariedad por la que transita el mercado laboral, con unos sueldos poco acordes con el crecimiento económico que se pregona desde otros departamentos del mismo Gobierno y con una altísima tasa de temporalidad en los contratos, lo que unido a los propios gastos que genera el sistema y a la asunción por el mismo de las bonificaciones que se aprueban semanalmente vía Decreto-Ley, hacen que las cuentas de la Seguridad Social estén más tiesas que la mojama.
Y ante eso cual es la respuesta de nuestro amadísimo presidente, pues la de siempre, culpar a los socialistas de todos sus males, pero mirando hacia otro lado cuando estos, los pérfidos socialistas, ponen encima de la mesa del Pacto de Toledo propuestas a debatir encaminadas a mejorar el poder adquisitivo de los pensionistas actuales y para asegurar el sistema a corto y medio plazo. Pero claro, nada bueno se puede esperar de los populares cuándo la propia presidenta del Pacto tiene la ocurrencia de asegurar que hay pensionistas que se pasan más tiempo cobrando una pensión que trabajando y que lo mejor es que las empresas completen la pensión pública con planes privados.
El pimpollo Rivera, que dice José María Izquierdo, sigue jugando al gato y al ratón, calculadora electoral en mano, y lo mismo le atiza a Rajoy diciéndole que “prometer lo que no puede cumplir es frustrante”, que a continuación se coge de la mano con los populares para impedir que las pensiones se revaloricen de acuerdo con la evolución del IPC, pasando olímpicamente de la Constitución que juró defender, haciendo juegos malabares con la fiscalidad solo para beneficiar a menos de la cuarta parte de los pensionistas actuales y olvidándose del famoso factor de sostenibilidad, que es la fórmula escogida por el consejo de sabios que contrató el Partido Popular para proteger al Estado y no a la ciudadanía, y cuyos efectos se pueden resumir en la siguiente frase: “Vivir más tiempo en un mundo que progresa tecnológicamente y de mayor conocimiento, es económicamente un castigo, no un privilegio para la ciudadanía”, demostrando con esta forma de actuar tan chapucera y cortoplacista, que el sistema en sí les importa un pimiento, claro, que poco más se puede esperar de quienes, unos y otros, se autodefinen como capitalistas más o menos de manual.
Los sindicatos de clase han agitado las banderas de la reivindicación social ante el Gobierno y los pensionistas, los actuales y los futuros, andamos con la mosca detrás de la oreja con la vista puesta en un futuro que ahora aparece un tanto velado, como una molesta catarata, pero como la democracia, aunque imperfecta, es un sistema útil para corregir errores, en nuestras manos está cambiar de Gobierno y buscar una alternativa que trabaje sin dudas por el bienestar de la ciudadanía, ocurrencias aparte, y ahí el partido del puño y la rosa es una opción mucho más que fiable.