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Intereses bastardos… Y la pregunta del millón

Me resulta muy difícil comprender qué interés puede tener alguien que no es afiliado al PSOE, ni se le espera, ni tampoco tiene la condición de simpatizante, porque ni tan siquiera resulta una persona simpática, en participar activamente, y en consecuencia, influir en el proceso de Primarias para la elección de la persona que ocupará la Secretaría General de la Agrupación Municipal de Albacete, por mucho que esa persona pueda disponer, que yo no lo sé, de múltiples recursos y esté dispuesta a ponerlos encima de la mesa con tal de dar satisfacción a sus caprichos.

Hay gentes que piensan que quien así actúa, quizás pueda tener algún tipo de interés en vencer el fiel de la balanza hacia una determinada opción. Pudiera ser, no digo yo que no. Pero mira que busco y rebusco y no encuentro ni un solo motivo… loable, por el que esa persona en cuestión se haya decidido a poner una parte de todo el arsenal que posee, y no es poco por lo que se cuenta y se publica, al servicio de una causa que ni le va ni le viene, salvo que sea para tratar de satisfacer su inmenso ego. Un ego que, por otra parte, quizás lleve demasiado tiempo encogiéndose a marchas forzadas, por su forma de ser y actuar.

Sea por el motivo que sea, el caso es que quien juega a ser el Rupert Murdoch local lleva muchos meses denigrando, calumniando, difamando y aireando falsedades a diestro y siniestro, y sin exhibir prueba alguna, que es lo más gracioso de todo, sobre socialistas afines a unas determinadas opciones, en un claro intento de influir en la decisión final de la militancia socialista albaceteña, con escaso o nulo éxito hasta la fecha, y así continuará, aunque invierta en el empeño otro puñado de euros, bitcoins o florines antillanos neerlandeses, a la sazón moneda de Curaçao, porque a pesar de su interés, cuanto más se ceba con unos, mejores resultados obtienen estos en sus respectivos ámbitos. Curioso, ¿verdad? Y es que hay personas que, cuando Dios repartió la ética y la moral, se encontraban en la otra punta y de espaldas. Pero si esta forma de actuar me resulta difícil de comprender, mucho más difícil se me antoja entender la actitud de quienes esconden la cabeza debajo del ala esperando a que escampe, con la débil esperanza de resultar favorecidos por quien maneja el timón de su barca, que cantó Remedios Amaya en Eurovisión.

Si a uno puede que le muevan intereses bastardos, los otros quizás serán capaces de responder, en su momento, a la pregunta del millón y expliquen que han esperado conseguir emulando todo este tiempo a Don Tancredo. Aunque a estos los problemas serios les llegarán cuando, quien así actúa, les notifique la factura, que se la notificará, no me cabe la más mínima duda, y no puedan atenderla ni organizando un crowdfunding en un pispás, porque será de tal calibre, que hasta al mismísimo Duque de Alba se echaría las manos a la cabeza.

Pero lo más preocupante de todo, o al menos para mí lo es, es que esa forma de actuar sea tan contagiosa como la gripe y corramos el riesgo de vernos impregnados de una mala baba impropia de quien se dice compañero y compañera. Es lícito contactar con unos y con otros, con personas conocidas o desconocidas, con familiares cercanos y hasta con parientes lejanos para hablar bien, o muy bien incluso, de nuestro candidato o candidata, para alabar sus virtudes y minimizar sus defectos, pero repugna a la inteligencia denigrar a quien el azar ha colocado momentáneamente enfrente, inventar sobre él o sobre ella supuestos defectos y falsear malintencionadamente currículos, como si no hubiésemos tenido ya bastante con el de Roldán.

Afortunadamente, las Primarias han llegado al Partido Socialista para quedarse, y me alegro, porque la persona que resulta elegida mediante este proceso, tiene un plus de legitimidad que no lo tiene quien es elegida de forma digital. Pero ya puestos, tampoco creo que sea mucho pedir que todas las personas que presenten su candidatura lo hagan en pie de igualdad y jueguen con las mismas cartas y en idénticas de condiciones. Los padrinos para las bodas o, en su defecto, para las películas de Coppola, y más, como es el caso que nos ocupa, sin haber recibido invitación previa. Aunque en esto de la referencia a la invitación seguro que alguien me tacha de ingenuo, pero que quieres, prefiero pecar de ingenuo que parecerme a los contagiados de la mala baba.

Dicen las técnicas publicitarias que la propaganda, para que sea efectiva, debe limitarse a un número pequeño de ideas que serán repetidas de forma incansable y presentadas, una y otra vez, desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre un mismo concepto, sin fisuras ni dudas. También hay quien mantiene que hay que mentir, mentir y mentir, porque algo quedará. Cuando más grande sea la mentira, más gente la creerá. Lo malo es que el precursor de todo esto fue Joseph Goebbels, en 1933, y claro, tampoco es caso de imitar tan nefasto ejemplo, digo yo.

Un consejo querido lector, si me lo permites, demos la espalda al propagandista de turno y dejemos que se cueza en su propia salsa de ignominia, mientras nosotros nos centramos en lo que nos ocupa, eso  sí, desde el respeto al compañero y con la dignidad de quien se dice socialista. Otra cosa no tendría sentido.

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