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El segundo paso del proceso para elegir al secretario general de los socialistas en Castilla-la Mancha ha concluido con la validación de los avales presentados por los dos concurrentes que, ahora sí, adquieren la condición de candidatos. Como no me gusta jugar a las adivinanzas, ni tengo bola de cristal, ni me llamo Rappel, no cometeré la torpeza de proclamar vencedor a nadie, hasta que no se recuente el último voto de la última agrupación municipal socialista el próximo día 30 de Septiembre, pero si yo fuera José Luis Blanco estaría más que preocupado, y no solo por lo que ha pasado en Azuqueca, donde tan sólo ha cosechado uno de cada tres avales posibles.
Tengo meridianamente claro que Blanco puede presentarse a lo que estime oportuno, así es y así debe ser, otra cosa es que se haya equivocado, al menos a mi juicio, tanto en las formas como en el fondo, tal y como traté de explicar en mi anterior artículo. Ahora bien, lo que ya no está tan claro es que los mensajes que está enviando a las gentes de nuestra Región, socialistas o no, sean los más adecuados para la imagen del Partido al que dice representar y que aspira a dirigir.
Apelar al miedo, hablar de presiones, de campañas sucias o canallas, es tan pueril como arrogarse para sí la representación de toda la militancia socialista de Castilla-La Mancha, simplemente porque yo lo valgo, que decía el anuncio aquel de cosmética, porque dar a entender que los avales conseguidos por su adversario lo han sido bajo presión y sin libertad y que las urnas pondrán a cada uno en su sitio, es tanto como afirmar que el PSOE regional es un partido totalitario. Curiosamente el Partido en el que lleva militando muchos años, tras abandonar la coalición de Izquierda Unida, y del que hasta hace cuatro días no se había quejado, al menos en público y que yo sepa. La historia del bombero-pirómano es tan vieja como conocida.
Claro que hasta hace cuatro días yo tampoco sabía que Blanco posaba ufano y satisfecho junto a los componentes de la plataforma de apoyo a Eduardo Madina o que juraba y perjuraba que abandonaría el partido si Pedro Sánchez, por aquel entonces candidato apoyado por el aparato, se alzaba con la victoria, como así ocurrió, y me refiero a la victoria de Sánchez, no al abandono del partido por parte de Blanco. Pero oye, como dice un compañero socialista albaceteño: «como nos somos ríos, nos volvemos».
Una vez superado el proceso de avales, nos encontramos de lleno en plena campaña informativa por parte de los candidatos. Y de nuevo el compañero Blanco tampoco ha estado muy acertado en su defensa de la bicefalia, porque uno de los que más sufrieron por esa conjunción astral fue José Borrell, no ha dudado en afirmar «que fue algo negativo que afortunadamente, ya está superado», y lo dice alguien que sabe de que va la cosa y con el que estoy totalmente de acuerdo.
La bicefalia no funcionó con Almunia y Borrell y le costó al Partido una crisis como la copa de un pino, como estoy seguro que tampoco funcionaría con Pedro Sánchez y cualquier otra persona o con Emiliano García-Page y José Luis Blanco. Las cosas como son, Frankenstein solo ha habido uno y surgió de la imaginación de Mary Shelley y ahí debe quedar, experimentos con gaseosa que cantaban Los Planetas.
A la margarita le van quedando ya pocos pétalos y el día de las votaciones se echa encima, votemos en conciencia y sea lo que la militancia quiera. Seguro que hay vida después del día 30 y si no que se lo pregunten al pueblo catalán.
Y del Alba mejor no hablar, no sea que…
Tengo meridianamente claro que Blanco puede presentarse a lo que estime oportuno, así es y así debe ser, otra cosa es que se haya equivocado, al menos a mi juicio, tanto en las formas como en el fondo, tal y como traté de explicar en mi anterior artículo. Ahora bien, lo que ya no está tan claro es que los mensajes que está enviando a las gentes de nuestra Región, socialistas o no, sean los más adecuados para la imagen del Partido al que dice representar y que aspira a dirigir.
Apelar al miedo, hablar de presiones, de campañas sucias o canallas, es tan pueril como arrogarse para sí la representación de toda la militancia socialista de Castilla-La Mancha, simplemente porque yo lo valgo, que decía el anuncio aquel de cosmética, porque dar a entender que los avales conseguidos por su adversario lo han sido bajo presión y sin libertad y que las urnas pondrán a cada uno en su sitio, es tanto como afirmar que el PSOE regional es un partido totalitario. Curiosamente el Partido en el que lleva militando muchos años, tras abandonar la coalición de Izquierda Unida, y del que hasta hace cuatro días no se había quejado, al menos en público y que yo sepa. La historia del bombero-pirómano es tan vieja como conocida.
Claro que hasta hace cuatro días yo tampoco sabía que Blanco posaba ufano y satisfecho junto a los componentes de la plataforma de apoyo a Eduardo Madina o que juraba y perjuraba que abandonaría el partido si Pedro Sánchez, por aquel entonces candidato apoyado por el aparato, se alzaba con la victoria, como así ocurrió, y me refiero a la victoria de Sánchez, no al abandono del partido por parte de Blanco. Pero oye, como dice un compañero socialista albaceteño: «como nos somos ríos, nos volvemos».
Una vez superado el proceso de avales, nos encontramos de lleno en plena campaña informativa por parte de los candidatos. Y de nuevo el compañero Blanco tampoco ha estado muy acertado en su defensa de la bicefalia, porque uno de los que más sufrieron por esa conjunción astral fue José Borrell, no ha dudado en afirmar «que fue algo negativo que afortunadamente, ya está superado», y lo dice alguien que sabe de que va la cosa y con el que estoy totalmente de acuerdo.
La bicefalia no funcionó con Almunia y Borrell y le costó al Partido una crisis como la copa de un pino, como estoy seguro que tampoco funcionaría con Pedro Sánchez y cualquier otra persona o con Emiliano García-Page y José Luis Blanco. Las cosas como son, Frankenstein solo ha habido uno y surgió de la imaginación de Mary Shelley y ahí debe quedar, experimentos con gaseosa que cantaban Los Planetas.
A la margarita le van quedando ya pocos pétalos y el día de las votaciones se echa encima, votemos en conciencia y sea lo que la militancia quiera. Seguro que hay vida después del día 30 y si no que se lo pregunten al pueblo catalán.
Y del Alba mejor no hablar, no sea que…