
El frutero Pedro López resiste en el Mercado de Carretas, donde ha visto como la inmensa mayoría de los compañeros han ido bajando la persiana sin que abrieran puestos nuevos. Él, que regenta desde hace décadas la frutería que abrieron aquí sus padres, se resiste a que un mercado «cercano y familiar», situado además «en pleno centro de Albacete» deje de latir y muera para siempre.
En una entrevista con Masquealba se muestra convencido de que ideas de negocio como este mercado pueden tener cabida en la ciudad de Albacete, con un resurgir del que ve capaces, por ejemplo, a sus trabajadores -de quienes insiste en todo momento que son sus compañeros, que no le gusta denominarse como jefe-.
Pedro, archiconocido en Albacete porque lleva décadas atendiendo a muchísimos clientes a los que ya considera familia, sabe que la cercanía de un mercado no la ofrecen las grandes superficies comerciales y, menos aún, el comercio online. Atiende con una ilusión y amabilidad más propias de una etapa inicial que de quien ya piensa en poder jubilarse aquí, pese a que solamente le acompaña un puesto más en un mercado que tiempo atrás vio todas sus instalaciones abiertas.
Él es consciente de que algunos de sus clientes -de quienes insiste que ya son amigos- quizás no hablan con nadie más en todo el día. Por eso, detrás del mostrador donde repasa los buenos boletus que tiene en estas fechas; recomienda mandarinas o cualquier otra fruta, también escucha a quienes acuden aquí a comprar. Sabe que esos minutos en los que igual el cliente o la clienta le explica cómo se va a preparar una ensalada o qué tomará de postre es para muchos de ellos los minutos de respiro que tienen en un día, para hablar con alguien, cuando viven solos y la soledad acecha en sus hogares.
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También se pregunta por qué si alguien necesita sólo «un pimiento» o «dos tomates o una zanahoria» tiene que estar «obligado a comprar un pack» y cree que en fruterías como la suya, en puestos de los de toda la vida, el cliente tiene la suerte de elegir qué y cuánto se lleva. Eso sí, también bromea con que cuando una pieza, por lo que sea, sale mal, también en comercios de estas características cercanas luego las quejas siempre se le plantean.
Podrás encontrar un frutero igual de veterano que yo, pero más no, porque mi madre me parió en el Mercado Antiguo de Carretas», apunta con una sonrisa.
Indica que «soy frutero y de Carretas hasta la médula» y confía en poder volver a ver con muchísima vida el Mercado de Carretas. «Aquí siempre hemos sido una familia, todos los compañeros nos hemos llevado muy bien y hacíamos actividades por unanimidad», rememora de la etapa más gloriosa del Mercado de Carretas.
No olvida que «las circunstancias, con el encarecimiento de los alquileres no ayudan» y recuerda que al estar aquí «tienes un reglamento de mercado al que hay que ceñirse» pero se muestra «muy orgulloso de poder seguir aquí, donde mis padres eligieron».
Es un orgullo llevar a buen fin el legado que me dejaron mis padres», detalla.
Se muestra convencido de que «el barrio necesita un Mercado de Carretas. Estemos nosotros o no estemos». Y señala que «luego todos nos ponemos románticos al recordara aquel sitio familiar al que íbamos, la calidez que había con nuestros convecinos y se nos llena la boca -en teoría- de lo bonito que estar con la gente, pero, sin embargo en la práctica parece que se tiende a abolir los mercados». Mercados de los que reitera que suponen ese foco cercano y familiar que tanta falta hace, más si cabe, en una sociedad como la actual.
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«El mercado es un lugar de encuentro para quien está solo y no tiene con quien hablar. Aquí puede hablar con otros, nos contamos nuestras historias, entre ellos se dan consejos… hay un mundo que no se puede perder», reitera Pedro López que apunta que «siempre he dicho que la fuerza vence, pero sólo la ternura convence». Y esa ternura es la que impregna a su puesto en Carretas y la que le gustaría que volviera a llenar de vida, en cada rincón, este lugar.
El calor humano que tiene un mercado hay quien, por mucho que les digas no lo van a entender la gente que quiera abolirlo para especular con el suelo porque es atractivo», advierte también Pedro, que aboga por «intentar reflotar» esta infraestructura.
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Sueña despierto con que esa nueva vida para Carretas es posible y le encantaría poder verlo antes incluso de que llegue el momento de su jubilación. Mientras tanto él seguirá levantándose cada día «con mucho cariño, desde muy pronto, para ir a la lonja a hacer la mejor compra», compra que luego venderá en su puesto en Carretas, donde recuerda como de niño acudía al mismo en el motocarro con su padre, cuando este método de transporte era revolucionario en Albacete.
Ahora, la revolución que le gustaría ver en la nueva vida, con todos los puestos abiertos, del Mercado de Carretas. Mientras tanto él y sus compañeros seguirán atendiendo de la mejor manera a sus clientes.
«Veo que ellos trabajan con mucho entusiasmo y ganas de seguir. Creo que podrían tirar del carro para que Carretas tenga futuro», concluye.
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