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Nunca hay justificación alguna para el terror

No hay ninguna religión, ni precepto religioso alguno, que justifique el terror, tampoco hay ningún territorio en el mundo, ni para defenderlo, ni para conquistarlo, que sea causa suficiente para poner en riesgo la vida de ninguna persona, como tampoco hay libertad alguna, por importante que esta sea, que se pueda conseguir a través de las armas, sea el escenario el que sea, una sala de fiestas, un restaurante, un tren de cercanías, la editorial de una revista, una tienda kosher, un rascacielos y su gemelo, o en medio de la calle, no hay nada que justifique el asesinato indiscriminado de cientos de personas para defender la causa que sea.

Al 11-S de Nueva York le siguió el 11-M de Madrid y ahora, además del 7-E, se les unirá el 13-N, ambos en Paris, cuatro letras unidas a cuatro fechas marcadas en negro en nuestros calendarios, cuatro hitos luctuosos del terrorismo yihadista que amenaza nuestro estilo de vida, según dicen algunos, cuatro atentados terroristas, los más cruentos, pero no los únicos por desgracia, que han dejado tras de sí un reguero demasiado extenso de cadáveres, que han segado de raíz cientos, miles de vidas, de forma aleatoria, y lo que es peor, sin sentido alguno.

Al igual que fue Al Qaeda, la organización que dirigía el ya fallecido Bin Laden, la que se apuntó la autoría de los atentados de las Torres Gemelas y la de los trenes de cercanías en Madrid, ahora ha sido el autoproclamado Estado Islámico del califa Abu Al-Bagdadi, el que reclama para sí la autoría de los atentados del pasado viernes en París, como ya lo hizo con la masacre de la revista Charlie Hebdo.

Dos organizaciones terroristas no tan diferentes, ya que esta es la heredera de aquella, a ambas les une la doctrina de la yihad permanente, y ahora, no solo han abandonado la clandestinidad, sino que disponen de un verdadero ejército de muyahidines, combatientes por el islam, dispuestos a dejarse literalmente la vida en el intento.

El Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) a la vez que critica el modo de vida occidental, no duda en aprovecharse del mismo para difundir sus consignas en las redes sociales, donde dispone de aproximadamente 25.000 seguidores en Twitter en lengua inglesa y más de 46.000 en idioma árabe y ha sido precisamente a través de esas herramientas tecnológicas, donde ISIS ha captado individuos dispuestos a ejecutar ataques terroristas, lobos solitarios, que actúan en nombre de esta organización criminal.

Estos ataques terroristas ponen en evidencia un altísimo desprecio por la vida de sus víctimas, desprecio que dudo mucho figure en algún renglón del libro sagrado que profesen. Víctimas anónimas e indiscriminadas que sólo sirven a los terroristas para hacer público su mensaje y aunque Hollande y Obama hayan calificado de acto de guerra los atentados de Paris, lo cierto es que los terroristas se encuentran al margen de los usos y costumbres de la guerra. Los actos terroristas se realizan en la ilegalidad y en la clandestinidad y a los terroristas solo les motiva el fanatismo político y criminal que les lleva incluso al suicidio. Así, entienden que es normal su actuar, aunque esté condicionado por la paranoia de pensar en la existencia de conspiraciones urdidas por fuerzas hostiles a su religión y a sus ideas.

Solo desde esa forma de pensar se puede entender que una chica de origen marroquí, pero residente en Gandía desde hace varios años y donde llevaba una vida aparentemente normal, al menos desde nuestro punto de vista, de la noche a la mañana opte por colgar los vaqueros en el armario, se calce el burka y esté dispuesta a convertirse en esclava sexual y doméstica de los muyahidines en Siria, o que una niña inglesa de quince años de origen somalí abandone Bristol, su familia y sus aspiraciones de ser dentista, para ponerse al servicio del Estado Islámico.

Un Estado que trata a las mujeres, a las que considera herejes, como seres inferiores, solo aptas para comerciar con ellas y utilizarlas como recompensa para los yihadistas, mientras que a las musulmanas que se unen a la causa, y en tanto que sean solteras, las mantienen en una casa segura, usualmente junto a otras que hablan su idioma, para recibir adoctrinamiento religioso y clases de árabe mientras les encuentran un marido lo más pronto posible, por lo que cualquier idea que tengan sobre tomar parte en batallas y cargar un rifle kalashnikov en el frente de batalla es prontamente erradicada. Su destino es otro bien distinto.

Esa forma de pensar, esa forma de ser, esa paranoia, ese fanatismo se ha llevado por delante, hasta hoy, la vida de 129 personas en Paris, como se llevó la de otras 11 en enero, casi 200 en Madrid, 56 en Londes o casi 3.000 en Nueva York, y todo ¿Por qué?, ¿Por defender una idea?, ¿Por defender una forma de vida?, ¿Por imponer una religión sobre otras? Somos millones los que no pensamos así, los que pensamos que no hay una sola idea, una forma de vida o una religión que valga más que la vida de una persona. Por eso, quienes solo actúan desde el terror no pueden, ni deben triunfar, y si lo hacen, que no lo harán, solo será por nuestros propios desencuentros, que estoy seguro que en esta cuestión seremos capaces de aparcarlos en favor del bien común, o al menos en eso confío.

De la posición de Podemos y de su secretario general, Pablo Iglesias, en este asunto, hablaré otro día. Hoy ni tan siquiera se lo merece.

 

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